Gracias a mi viejo

“Soy de Racing de pendejo, le doy gracias a mi viejo…” dice una de las canciones que cantamos domingo tras domingo. Y en mi caso, es verdad. Soy de Racing por mi viejo y por mis hermanos, pero fundamentalmente por mi viejo, que a su vez, lo es gracias su viejo, mi abuelo.

Mis primeros recuerdo de Racing tienen  que ver con un gorro de mi papá, uno de esos que ya no se ven en la cancha, que tenían tiras de lana celeste y blanca que simulaban una larga melena. Me acuerdo, que tenía cuatro o cinco años y me lo ponía, mientras jugaba.  

“Achis! Salud! Arriba Racing Club y abajo Boca caca”, me enseñaba mi papá, y yo divertida lo cantaba, todavía sin entender demasiado de qué se trataba esta pasión. Fui creciendo y viendo a mis hermanos ir a la cancha, sufrir, reír, cantar y hablar de fútbol. Y así, Racing se iba metiendo en mi piel.

Fui aprendiendo, de a poco, lo que era un orsai, un 4-4-2, un tiro indirecto, Filliol, Rubén Paz,  me enteraba del Chango Cárdenas, del descenso, de la historia…y los colores me daban orgullo. 

Tantos veranos en la pileta, comiendo en el hermoso Hongo, todo celeste y blanco…me encantaba. Fui creciendo, mirando los partidos, entendiendo, sufriendo y  gritando hasta que Racing ya era parte de mi alma, y quise ir a la cancha.  

Era  1995 y fui a ver un Racing – Belgrano de Córdoba que se juagaba en la cancha de Vélez. Ganamos 1 a 0 con gol de Carrario. Y a partir de ahí no quise dejar de ir nunca más.

Está de más señalar todos los acontecimientos que vinieron en la historia de Racing a partir de momento, pero entre quiebras, síndicos, gerenciamientos, el paso a paso, la promo y las miles de veces que lloré por Racing (de tristeza y por alegría) no hubo ni una vez que me arrepienta de esta amor o que deje de agradecerle a mi papá por él.

Más allá de la pasión, que es incondicional y no admite ningún tipo de raciocinio una vez que está dentro de nuestra piel, Racing me enseñó lo que es ser incondicional; lo que significa caerse y volverse a levantar; lo que es la esperanza y que es verdad que nunca se pierde; a compartir un amor, que duele y que también me hace feliz, pero que nunca me deja sola;  a bancarme todo, por un instante de felicidad incomparable; a amar, sin límites ni condiciones, sólo por el hecho de amar; a estar, en las buenas y en las malas; a acompañar, esperar y ayudar; a ser  fiel , aún en las mas adversas  circunstancias.

Y todo eso que me enseñó mi amor a Racing también se lo debo a  mi viejo, porque él me dio la mejor herencia en vida que me podía dar: me enseñó a amar a Racing y, todo ese amor y esas  enseñanzas,  hoy lo puedo trasladar a mi vida y a mi gente, y  por eso hoy puedo  amar incondicionalmente y dar y esperar, igual que lo hago con Racing, y creo que eso me convierte día a día en una mejor persona.

Cuando era chica la gente me preguntaba siempre“¿De qué cuadro sos?”;  “De Racing, como mi papá”, contestaba yo orgullosa.  Y lo sigo haciendo…

GRACIAS VIEJO POR ESTA HERENCIA.

Ticiana Pacin